Volvíamos de unas pequeñas vacaciones en Cantabria y aprovechamos para hacer un alto en Artajona. Marisa y Javier nos habían hablado mucho de su Casa Iriarte y ésta era la ocasión de visitarles. ¡Qué sensación! Al cruzar la vieja puerta, te invade una agradable calma. Aquel día, el tiempo se paró en Artajona: el paseo por el recinto amurallado, la reconfortante cena en la cocina, el suave aroma de la infusión en el diálogo tranquilo del anochecer y el plácido descanso en la habitación centenaria, la sensación de paz al despertar, el estimulante desayuno, el paseo por el tranquilo jardín de la casa y la entrañable compañía de Marisa y Javier. ¡Qué buen regreso al trabajo!
Valentí Feixas. Sant Cugat. Barcelona
Casa Iriarte Encuentros. Reflexiones sobre aprendizaje y educación