Casa Iriarte se convirtió durante unos días en una encrucijada de caminos. Un fin de semana de conversaciones, experiencias compartidas y una total disponibilidad de todas las participantes para ayudarse en el proyecto individual de cada una de ellas y pensando en la posibilidad de crear alguno en común. Desconectadas del día a día y con las mentes sosegadas, fluyeron ideas, propuestas y críticas. Su fortaleza se puso patente, entre otras cosas, en la absoluta entrega hacia las demás y en mostrar sin tapujos la vulnerabilidad inherente a cada ser humano.
Merece especial mención el encuentro en el que participaron unas cuantas mujeres de Artajona. Mujeres vivas, apasionadas por su trabajo y su proyecto, dispuestas a colaborar con su experiencia y creatividad en la eventualidad de la creación de sinergias, dando una clara muestra de que el espíritu emprendedor lo lleva uno dentro, y no conoce de territorios ni ideologías.
“Nadie diría, paseando por las calles semivacías del pueblo, todo lo que se está cociendo en el interior de sus casas”, expresó una de las emprendedoras catalanas.
Como “infiltrado” en una reunión femenina, quiero expresar mi admiración por estas mujeres fuertes, que saben superar las dificultades cotidianas y poner al servicio de los demás su experiencia y buen hacer.
Sembrada la semilla, el reto más importante es el de poner hilo a la aguja y empezar a dar puntadas. Creo que todos hemos salido enriquecidos y animados. ¡Seguimos!
Javier Salvat. Artajona. Navarra