El umbral de una casona es el paso ideal para iniciar un viaje en el tiempo, no es un secreto. Pero a su vez bajo el dintel se te otorga, si lo sabes percibir, el poder de detenerlo. 

El portón de Casa Iriarte te traslada a una época en la que los olivos eran amos y señores y los hombres obtenían el oro de su preciado fruto. Un tiempo en el que las gruesas paredes y los abovedados techos guardaban la vida del paso de los días, donde los libros comenzaban a envejecer para hacerse más valiosos y donde el sonido de las campanas de la iglesia llegaba amortiguado, cuando las horas eran más lentas.

Casa Iriarte es hoy ese lugar donde los olivos reclaman de forma palpable un lugar en su bosque, donde las paredes y techos rezuman historias de días pasados y donde los libros antiguos esparcen su aroma.  Las campanas se siguen escuchando igual y puedes relentizar las horas que marcan, como antaño. Basta con intentarlo.

Los encuentros más agradables surgen también de sus estancias: pudimos disfrutar de la compañía y conversación de una verdadera dama y del cariñoso saludo del inseparable compañero de Marisa y Javier.  Gracias a los cuatro por la acogida.  Gracias, Casa Iriarte.

Amaia Valdemoros y Josep R. Casals. Barcelona

Casa Iriarte Encuentros. Caminos de Cambio